jueves, 15 de diciembre de 2016

PRIMER CONTACTO


El Valle es muy grande y muy chico a la vez. Tengo familiares en la mayoría de los barrios pero, justamente, en Casas Viejas no. No conocía a nadie. 
Las redes sociales, bien usadas, pueden ser un gran aliado. Me sirvió. Me contacté con un perfil que publicita las actividades de este club. El administrador me pidió que lo busque con su perfil personal. En un primer momento tuve la intuición, machista, de que me daría el nombre de algún hombre. Pero no fue así. Una mujer administra, bastante bien, esta cuenta.
Así el destino, la curiosidad y las redes sociales me hicieron a conocer a Daniela Cruz. Apenas me presente me llegó la primera ansiedad. 
Yo le pregunté — ¿Quién te contó la historia que publicaste el 24 de diciembre el año pasado? Ella me contestó: — Mi abuelo Maximino.
Fuimos a la casa de su abuelo. El padre de su madre. 
Don Maximino tiene 91 años. Usa unos lentes de los que usan las personas de la tercera edad. Grandes marcos y lentes con notable aumento. El bastón lo ayuda a caminar y mantenerse de pie. Por lo que apenas nos saludamos en su patio nos sentamos en el comedor.
Su edad no le permite escuchar con normalidad. Por eso, en varios momentos, tuvimos que elevar el tono de voz con Daniela. 
En 1964, Don Maximino tenía 32 años de edad y 3 jugadores en distintas divisiones del Club Atlético San Guillermo.
Ese domingo, el almuerzo no se preparó a tiempo. — Cuando pasó el camión, los 3 chicos todavía no habían comido.
Su mente a veces lo traicionaba a la hora de recordar ciertos momentos de ese día. Por ejemplo confundía el rival de turno. Él estaba convencido que debían enfrentar a Juventud y no a Peñarol, como fue. 
Pero si recordó el momento de recibir la trágica noticia. — Vino un sobrino a caballo diciendo “El río se llevó al camión”. Su bajo tono de voz inesperadamente tuvo un cambio. Con ese grito sentí que ese momento lo tenía guardado desde hace mucho tiempo. En ese momento sentí que había entrado en confianza con Don Maximino. Se levantó sus grandes lentes, de un bolsillo sacó un pañuelo y empezó a detener las lágrimas que caían de sus ojos. 
Luego comentó como había participado de las tareas de rescate. En su mente todavía da vuelta la imagen de los diversos cuerpos esparcidos y desnudos a lo largo de 8 kilómetros.
El último cuerpo que encontraron fue el de María Eva González. Ella se había casado unos días antes con Orlando Rene Mamaní. Ambos murieron en la tragedia.
El cuerpo de la mujer apareció al frente de donde ahora existe “Las Siringuillas”, un lujoso barrio privado ubicado a la vera de la Ruta Provincial 307. — Cuando se estaba haciendo de noche vi algo brillante. La zona estaba pantanosa. Por eso pedí que me aten una soga a la cintura. Así llegué y me di cuenta que era María Eva González. 
Las lágrimas volvieron a brotar de los ojos de Don Maximino al recordar los 16 ataúdes enfilados al lado del pequeño salón que tenía el club. 
Lo último que le consultamos fue sobre el velatorio y deducimos que fue el más triste y más largo de la época. El fulgor de las velas se podía apreciar desde varios puntos del valle.

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